En muchos medios se está criticando el excesivo gasto que va a suponer para las arcas del Estado la visita del Papa a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Se está destacando que la Comunidad de Madrid va a ceder gratuitamente colegios públicos para alojar a los peregrinos, modificando las vacaciones de los conserjes para que puedan atenderlos en agosto. Esta cesión gratuita de bienes públicos no me parece el verdadero escándalo, lo absolutamente vergonzoso es que la organización de la JMJ va a cobrar a los inscritos por ese alojamiento. Como puede verse en su página web, entre las distintas modalidades de inscripción, hay una parte de la cuota que va a pagar el alojamiento. Por ejemplo, para los peregrinos que provienen de países del grupo A (la mayoría de los europeos, EEUU, Canadá, Australia,…) pagarán 151 euros por la inscripción y el alojamiento y 133 euros si sólo es la inscripción. Es decir, que la organización está cobrando 18 euros por una alojamiento que en teoría no le cuesta nada. Puede parecer poco dinero, pero si hacemos caso las cifras de inscritos, 400.000 a finales de mayo, puede suponer al final unos ingresos de varios millones de euros.
viernes, 24 de junio de 2011
martes, 7 de junio de 2011
El Arzobispo de Zaragoza bendice a una asociación que promueve restringir la libertad de cultos
Los días 30 de abril y 1 de mayo, se celebraron en Zaragoza las XXII Jornadas de la Unidad Católica, bajo el tema: 711 La invasión musulmana de España – 2011 Vigencia de la Reconquista. Las organizaciones convocantes promueven la Reconquista de la Unidad Católica de España, que para ellos es:
“La Unidad Católica es una situación de derecho público en que coinciden la confesionalidad del Estado y una interpretación restrictiva de la libertad de cultos.”
“Queda otra parte de la Unidad Católica, que es la interpretación restrictiva de la libertad de cultos, la lucha contra las religiones falsas.
La lucha contra las religiones falsas es un mecanismo de seguridad ineludible que rodea y protege la confesionalidad católica del Estado. Pueden coexistir la confesionalidad católica y la libertad de cultos, pero en equilibrio inestable; porque las religiones falsas, aunque sean insignificantes y aun guerreen entre sí, lo primero que hacen es unirse para derribar la confesionalidad católica del Estado. Nuestra historia lo demuestra.
Precisamente por eso se define la Unidad Católica como una situación jurídica en la que coinciden la confesionalidad y la restricción severa de la libertad de cultos. No es sinónima de la confesionalidad escueta.”
Es decir, que pretender volver a poner en vigor el artículo 6 del Fuero de los Españoles, creando una situación similar a la de los países musulmanes más fundamentalistas.
Manuel Ureña, Arzobispo de Zaragoza, apoyó decididamente estas jornadas celebrando un misa por la Unidad Católica. Acorde con el tema principal, dedicó su homilía a ensalzar la Reconquista y la lucha contra los musulmanes:
“En su homilía se refirió a la invasión musulmana y a la lucha de los cristianos hasta conseguir su expulsión. Explicando claramente que la Reconquista fue la confrontación entre una religión que se basa en el amor y otra que es fundamentalista“
Acabando la misa, tomo juramento al presidente de las organizaciones convocantes. Un juramento que no deja lugar a dudas en lo que defienden:
EN LA PRESENCIA de la infinita majestad de Dios nuestro Señor; de la Santísima Virgen, Patrona de España; de Santiago Apóstol, también su Patrono; de todos los Santos Padres del III Concilio Toledano; y de todos los Santos y Mártires de las Españas,
JURO defender la doctrina de la UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA y trabajar con todas mis fuerzas para su Reconquista y restauración en nuestra patria.
Fotografía de la web Unidad Católica de España.
El Papa clama por la libertad de conciencia: ¿se habrá leído la “Mirari Vos”?
El Papa Benedicto XVI viajó a Croacia el fin de semana pasado y, en uno de sus discursos, hizo una encendida defensa de la libertad de conciencia:
Y aquí quisiera introducir el tema central de mi breve reflexión: el de la conciencia. Éste atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental para una sociedad libre y justa, tanto en el plano nacional como supranacional. Naturalmente, pienso en Europa, a la que desde siempre Croacia pertenece en el ámbito histórico-cultural y a la que está por entrar en el político-institucional. Pues bien, hay que confirmar y desarrollar las grandes conquistas de la edad moderna, es decir, el reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, por tanto, de una sociedad libre, manteniendo abiertas, sin embargo, la racionalidad y la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan, como debemos constatar lamentablemente en bastantes casos. La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución.
Me imagino que los católicos tomaran estas palabra como no expresadas ex cathedra y tendrán mas en cuenta las encíclicas de papas anteriores, que han rechazado de forma contundente la libertad de conciencia. Un buen ejemplo lo tenemos en la encíclica Mirari Vos de Gregorio XVI, donde podemos leer:
La libertad de conciencia. - Sus malas consecuencias.
De esa cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte para el alma que la libertad del error! decía San Agustín. Y ciertamente que, roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos ya abierto aquel abismo del que, según vio San Juan, subía un humo que oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio -por parte del pueblo- de las cosas santas y de las leyes e instituciones más respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad, porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.